En el repertorio tradicional de mi madre (y creo que en el de cualquier madre o abuela) nunca ha faltado una buena receta de natillas caseras. Su aroma me transporta automáticamente a mi niñez, cuando mi madre nos preparaba este postre los fines de semana especiales. Pero siendo sincera, yo no las he preparado mucho en mi casa. Sí que tengo tradición de cocinar flan casero o crema catalana, pero hacía siglos que no preparaba natillas caseras (o al menos desde 0, sin los típicos preparados en polvo del supermercado). Ya os adelanto que no tenéis nada que temerle, son súper sencillas de preparar y quedan increíbles de sabor. Además, podéis aromatizar la leche con lo que más os guste, así cada uno podrá darle su toque personal. ¡Merece la pena recuperar recetas típicas como esta!
Podéis prepararlas con más o menos azúcar (yo la verdad uso poco), prescindiendo de la canela o de la vainilla, agregando pieles de cítricos para darle sabor, dejándolas más o menos espesas, decorándolas con o sin galleta,… Realmente lo único que sí o sí vais a necesitar son huevos, harina y leche, ingredientes de lo más básicos. Así que siempre que os entren ganas de un caprichito tradicional, sabéis que tenéis a mano esta súper receta casera. Con esta receta conseguiréis unas natillas de textura cremosa y os enseñaré cómo las aromatizo yo para hacerlas del todo exquisitas. Y no olvidéis pasaros por mi Instagram, dónde os dejé destacados los stories de cómo las preparaba. Así si tenéis dudas de alguno de los pasos, podéis checkearlo ahí, que os doy muchos consejos.
Si os gusta preparar recetas tradicionales, no dudéis en entrar en la web y ver todas las recetas clásicas que os he compartido estos años.
Tiempo total: 30 min + reposo
Raciones: 5 cuencos barro (o según tamaño)
Dificultad: Baja
Ingredientes:
- 600 ml leche
- 3 huevos (o 4 yemas)
- 50 gr azúcar (o endulzante al gusto, podéis aumentar o disminuir la cantidad)
- 15 gr maicena (harina maíz)
- Cáscara 1 limón (o de naranja u opcional)
- 2 ramas canela (o vainilla, ambas u opcional)
- Galletas tipo maria para decorar (opcional)
- Canela en polvo para decorar (opcional)
Elaboración:
Paso 1:
En un cazo pondremos la leche, la cáscara de limón (o el cítrico deseado o nada) y las ramas de canela (podéis ponerle solo 1 o no ponerle o incluso usar vaina de vainilla). Lo llevaremos a fuego medio-bajo y cuando rompa a hervir, apagaremos el fuego y lo taparemos para que infusione y resalten todos los sabores. Lo dejaremos infusionar entre 10 y 30 min, cuanto más tiempo lo dejemos más aroma tendremos. Después lo colaremos en una jarrita.
Paso 2:
En un bol mezclaremos el azúcar y la maicena, hasta combinar. Agregaremos los huevos o yemas y removeremos muy bien con unas varillas de mano hasta que queden bien integradas. Entonces, iremos añadiendo poco a poco la leche infusionada (ya colada), y a medida que la vamos vertiendo vamos removiendo con las varillas de forma constante para que no se cocinen los huevos. Luego seguiremos removiendo un par de minutos para que baje la temperatura.
Paso 3:
Pasaremos la mezcla anterior de nuevo al cazo y llevaremos a fuego muy bajo. Removeremos constantemente con una lengua repostera hasta que espese, puede tardar entre 10 y 20 min. También se puede hacer al baño maría. Es muy importante que se haga a temperatura muy baja para que la mezcla se cocine de forma lenta y así obtendremos una mezcla más cremosa, sin grumos y con una textura increíble.
Paso 4:
Cuando tengamos la textura deseada, colaremos de nuevo la mezcla para quitar impurezas o grumos. Entonces pasaremos a los moldes o cuencos donde lo queramos servir. De forma opcional, decoraremos con una galleta y espolvorearemos un poco de canela. Taparemos y dejaremos enfriar por completo a temperatura ambiente. Luego refrigeraremos un mínimo de 4 horas. Os recomiendo mucho que no os saltéis este paso, ya sé que cuesta no devorarlas una vez frías, pero el tiempo de asentado en la nevera le irá genial y los sabores se potenciarán todavía más.