¡Bienvenidos un día más al blog! ¿Cómo va vuestro día? Hoy por aquí estamos celebrando del Día de los postres tradicionales y, en cuanto me enteré de este día, lo primero que se me vino a la cabeza es esta crema catalana. ¿A vosotros?
Como cabía esperar, la receta de hoy tenía que ser una receta muy tradicional, de esas que toda abuela o madre tiene en su libro y que pasan de generación en generación. Las recetas tradicionales siempre molan, porque además de que suelen ser las más ricas, con cada bocado nos transportan a nuestra infancia y recuerdos. Yo he escogido la crema catalana. Quizás no todos la hayáis probado, aunque seguramente muchos la conozcáis a pesar de que no viváis en Cataluña. Yo he crecido con ella desde niña y sin duda es mi postre preferido. Si está en la carta de algún restaurante, sobretodo si es de comida casera, lo pido sin dudarlo.
La crema catalana es muy parecida a las natillas o a la crême brulée, pero con la particularidad que se cubre toda su superficie con azúcar, se carameliza y nos devuelve ese ruidito crocante tan tradicional y ese contraste de texturas tan delicioso. Aunque podéis servirla en cualquier recipiente, si queréis hacerla todavía más original os recomiendo usar cuencos de barro, que es la forma tradicional de comerla.
Su sabor y preparación son inconfundibles. Así que sin más dilación, ¡a por la receta!
Tiempo total: 30 min + reposo
Raciones: 5 cuencos de barro
Dificultad: Baja
Ingredientes:
- 4 yemas huevo a temperatura ambiente
- 50 gr azúcar
- Piel 1/2 limón
- Piel 1/2 naranja
- 1 rama canela
- 20 gr Maicena
- 500 ml leche entera
- Azúcar para caramelizar
Elaboración:
Paso 1:
En un cazo pondremos la leche junto a las pieles de limón y naranja y la rama de canela. Lo llevaremos a fuego alto y cuando empiece a hervir, lo apagaremos y lo taparemos. Lo dejaremos así reservado hasta que tengamos que usarlo.
Paso 2:
En un bol mezclaremos las yemas junto al azúcar y la Maicena. Removeremos con unas varillas de forma enérgica, unos minutos, hasta que no veamos grumos y tengamos una mezcla homogénea y fina.
Paso 3:
Colaremos la mezcla de leche en otro cazo u olla más grandes, así retiraremos las impurezas. Lo llevaremos a fuego medio-bajo y verteremos dentro la mezcla de huevo, removiendo de forma constante para evitar que el huevo se cueza con el calor. Seguiremos mezclando con unas varillas o espátula hasta que veamos que empieza a espesar. Puede tardar entre 5 y 10 min, aunque a veces un poco más, así que no os preocupéis. Cuando tenga una textura densa tipo de natilla lo tendremos listo.
Paso 4:
Repartiremos la crema en los varios cuencos de barro. Yo usé cuencos de diferente tamaño y pude rellenar 5, pero dependerá del tamaño de vuestros cuencos o si lo ponéis en una única fuente.
Taparemos con papel film a piel, es decir que el papel toque la misma natilla, y nos aseguraremos que no entre aire. Dejaremos enfriar por completo la crema a temperatura ambiente y, cuando lo haya hecho, nos la llevaremos a la nevera un mínimo de 2 horas, pero también podría ser toda la noche.
Paso 5:
Solo falta caramelizarla. Este paso os recomiendo que lo hagáis al servirla, ya que sino el azúcar va humedeciéndose y se os creará un líquido poco agradable. Podéis conservar las cremas en la nevera hasta 3 o 4 días, pero mejor que las vayáis caramelizando a medida que las vayáis a consumir.
Repartiremos abundante azúcar en la superficie de cada una de las cremas y, con un soplete o con un disco o hierro para quemar, caramelizaremos toda la superficie. Yo usé un soplete y la verdad que se tarda más que con el hierro, que es inmediato, pero también te permite controlar el quemado y dejarlo a tu gusto, pues puedes parar cuando desees. El hierro es más rápido pero la capa es mucho más caramelizada y, dependiendo del calor, podría incluso quemarlo un poco. ¡Para gustos colores!
No me digáis que no es una receta súper sencilla y el resultado, además de delicioso, queda súper vistoso. Ahora ya le podréis hacer la competencia a vuestras madres y abuelas, sorprendiéndolas con esta receta tan tradicional.
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